Aprovechando que la semana pasada se celebró en España la Semana Mundial de la Lactancia Materna (en otros paises se celebra en agosto), queríamos escribir sobre cómo la Lactancia Materna incide directamente en la protección de la infancia. No queremos que esto se vea como un ataque a las madres que eligen dar el biberón o las que no tienen más remedio que darlo. NO es una lucha, es una reflexión acerca de cómo contribuye la lactancia materna a la salud de nuestrxs niñxs y de nuestro planeta. No olvidemos, que la producción de sucedaneos, es una industria y un negocio, con todo lo que ello conlleva.
Para ponernos en situación, este año en la SMLM se trató de hacer ver cómo puede la lactancia materna ser una pieza importante del desarrollo sostenible y como va relacionada con los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU (1).
Vivimos en un mundo cada vez más demolido por el avance sin piedad de la ciencia y la tecnología, que aunque nos traigan muchas cosas buenas (y que nosotrxs también valoramos), están destruyendo poco a poco nuestro planeta; o más bien nosotrxs lo estamos destruyendo, con el mal uso que hacemos de esta tecnología y avances.


En primer lugar porque se vincula directamente con la salud de los bebés y lxs niñxs. No hay alimento más óptimo para ningún recién nacido o bebé que la leche de su madre. Está a la temperatura ideal, con la proporción ideal de nutrientes, vitaminas y todo lo necesario para ese bebé, sin ningún inconveniente. Es una pieza clave de la lucha contra el hambre en muchos lugares de nuestro planeta. En aquellos lugares donde imperan la desnutrición y las hambrunas, la mejor forma de proteger a los bebes y niñxs es la lactancia materna, ya que no sólo los bebés pequeñitos pueden alimentarse de ella, si no bebés grandes y niñxs (recordemos que la OMS la recomienda de forma exclusiva mínimo 6 meses y junto con alimentación complementaria como mínimo hasta los dos años). No existe el peligro de que el bebé se contamine y enferme – o incluso muera- por otras fuentes (agua no potable que no se ha podido esterilizar antes de preparar el biberón, o biberones sucios que tampoco se pueden esterilizar por no disponer de los medios o conocimientos), y estamos blindando y protegiendo a los bebés frente a muchas enfermedades, ya que la leche artificial aumenta la frecuencia de enfermedades crónicas (como alergias, diabetes, enfermedad de Crohn, esclerosis, linfoma, leucemia, muerte súbita del lactante…), aumenta la frecuencia de enfermedades respiratorias, otitis, enfermedades gastrointestinales, meningitis bacterianas… y muchás más (2).
En segundo lugar contribuye a la equidad de género ya que por su propio mecanismo (cuanto más se mama, más se produce) puede contribuir a que las niñas reciban el mismo alimento que los niños en condiciones de escasez y falta de recursos. En algunos lugares del planeta, se prima que los niños varones reciban la mejor parte de la comida (y de la educación etc) cuando no hay recursos para satisfacer las necesidades de todxs; con la lactancia materna las niñas de estos lugares tienen más oportunidades, están más protegidas, en términos de salud, ya que es un alimento gratuito y no se acaba. Además es una herramienta que permite a las mujeres empoderarse, al conseguir alimentar ellas mismas y por si solas a sus hijxs, contribuyendo a su sentido de la autoeficacia como madres y valoración positiva como mujeres independientes, autónomas y capaces. Repercutiendo esto directa e indirectamente, en las relaciones familiares y modelos de marentalidad positiva.
En cuarto lugar, la lactancia materna es profundamente ecológica (por emplear una palabra de moda): no hay embases, no hay desechos, no se necesitan hectáreas de terrenos para alimentar vacas estabuladas a las que se explota sin piedad para obtener un sucedaneo de leche. Se escapa a la lógica del mercado, no permite que lo reproductivo se convierta en productivo y genere beneficios para algunxs, a costa de otrxs. Y así contribuye a la lucha por salvar nuestro planeta, evitando contaminantes y emisiones de gases (tanto de las vacas como de la industria de los sucedaneos de leche).


